ELEUSIS
julio 1, 2010 por frater Blog Original: La Rama Dorada.
A treinta kilómetros de Atenas, Eleusis era una zona agrícola, en donde cobraron la mayor importancia sus cultos mistéricos.
En época remota, una colonia griega llegada de Egipto, trajo a Eleusis el culto de Isis, bajo el nombre de Demeter (Madre Universal), hasta que Teodosio con un edicto ordena arrasar el templo.
Demeter presidía junto a Perséfona, su hija, los pequeños y grandes misterios
El pueblo reverenciaba en Ceres, diosa de la agricultura, la madre tierra, que para el iniciado es la luz celeste, la madre de las almas, y la Inteligencia Divina, madre de los Dioses cosmogónicos.
El culto en Eleusis, lo dispensaban los “hijos de la Luna” sacerdotes áticos, que actuaban como puentes entre tierra y cielo, cantando los medios para reencontrar el camino de ascenso, conocidos como Eumolpides “cantores de melodías bienhechoras”. Bajo formas humanas, expresaban celestes ideas, que insinuaban en el alma una vida mejor y en el espíritu la inteligencia de las verdades divinas.
En el corazón de su culto, se hallaba el mito de Ceres y su hija Proserpina, que en sentido íntimo era representación simbólica de la historia del alma, de su descenso a la materia, de sus sufrimientos en las tinieblas del olvido, y su reascensión y retorno a la vida divina. Es decir, caída y redención
En Eleusis todo se iluminaba, el círculo de las cosas se extendía para los iniciados devenidos en videntes, La historia de Psiquis-Persefora era para cada alma una revelación sorprendente, y la vida se explicaba como expiación o prueba.
Los misterios menores se celebraban en antestherion, en el mes de febrero, en Agae, pueblo vecino de Atenas, los aspirantes que habían dado pruebas suficientes eran recibido a la entrada de un recinto cerrado, por Hieroceryx, sacerdote que representaba al heraldo Hermes portador del caduceo, conductor e interprete de los misterios, que los llevaba al santuario de Koré (Proserpina) en mitad de un bosque sagrado, donde el coro de hierofántidas, sacerdotisas de Proserpina, entonaban solemnemente a los aspirantes una melopea grave, para seguidamente prophantida, la profetisa dirigente lanzar una maldición contra el que pretendiese profanar los misterios.
Tras varios días dedicados a la purificación, en la noche del último día se representaba el rapto de Perséfona
¿Oh aspirantes a los misterios, guardad y meditar esta expresión de Empédocles:… la generación es una destrucción terrible, que hace pasar a los vivos al lado de los muertos. En otro tiempo habéis vivido la verdadera vida y luego, atraídos por un encanto, habéis caído al abismo terrestre, subyugados por el cuerpo. Vuestro lado presente sólo es un sueño letal. El pasado y el porvenir, existen solos realmente. Aprended a recordar, aprended a prever…
Los neófitos convertidos en mystos (velados) volvían a sus cotidianidades, mientras el gran velo de los misterios se extendió ante sus ojos, entre ellos y el mundo exterior se habían interpuesto una nube y se había abierto un ojo en su espíritu.
Los misterios mayores llamados orgías sagradas, se celebraban cada cinco años, en boedromión, en el mes de septiembre, en Eleusis.
Fiestas simbólicas que duraban nueve días. Al octavo día se entregaba almystos la insignia de la iniciación, el tirso, junto a una canasta cerrada o “cisto” que contenía objetos de oro misteriosos (una piña símbolo de fecundidad y generación; una serpiente espiral, símbolo de la evolución universal del alma caída en la materia y redención por el espíritu; y un huevo esfera o perfección divina, objetivo del hombre) cuya comprensión debía dar el secreto de la vida y que tan sólo podía abrirse finalizada la iniciación ante el hierofante.
Tras juramentarlos no revelar los misterios era preciso atravesare el imperio de la la muerte, la prueba de los iniciados, “desafiar a las tinieblas para gozar de la luz”, revestidos de cervatos en completa oscuridad entraban al laberinto subterráneo en donde gemidos y visiones y apariciones terroríficas súbitas asaltaban a los mystos, que Plutarco relacionó con el estado de un hombre en su lecho de muerte. La más extraña acontecía en una cripta, donde un sacerdote frigio de pie ante un brasero de cobre que iluminaba intermitentemente la sala , obligándoles a sentarse a la entrada, lanzaba al brasero puñados de perfumes narcóticos, que envolvían a los mystos con confusas formas cambiantes cerrándoles el paso, mientras el sacerdote les decía pasad, quienes tras varios intentos lo conseguían porque su firme resolución desvanecía el sortilegio accedían a una sala circular mayor, iluminada fúnebremente, en cuyo centro un árbol de bronce, elevaba su follaje por el techo, en donde se ocultaban representaciones de todos los demonios que se encarnizan con el hombre, bajo el se representa a Plutón con su esposa Perséfona, como soberana de los muertos.
Súbitamente de una galería ascendente brillan antorchas que los llaman Venid Iacchos ha vuelto, Demeter espera a su hija Evohé
Perséfona se levanta pero una mano la retiene, la antorchas de apagan y una voz exclama “¡Morir es renacer!”, Los mystos se abalanzan por la abertura del subterráneo donde se les despoja de la piel de cervatos, les rocían de agua lustral, los revisten de lino y les llevan a templo iluminado donde son recibidos por el Gran Hierofante que les instruye, donde el Sol es un porta-antorcha, la Luna su oficiante cerca del altar, y Hermes su Heraldo místico.
El Sumo Sacerdote asimilado al Demiurgo les da la bendición suprema Konx Om Pax “Que tus deseos se cumplan; vuelve al alma universal”
Los iniciados se habían ido poco a poco identificándose con la acción, de simples espectadores se convirtieron en actores y reconocían al fin que el drama de Perséfona pasaba en ello mismos. El rito se ha consumado y los mystos devienen en videntes.
Aprendieron que la divina Perséfona, era la imagen del alma humana encadenada a la materia en esta vida o entregada a la otra a tormentos, si vivió esclava de sus pasiones. Pero que el alma puede purificarse por la disciplina, y presentir por el esfuerzo combinado de la intuición, la razón y la voluntad, participar de las verdades de la que tomará posesión en el inmenso más allá. Solo entonces Perséfona volverá a ser la pura, luminosa, Virgen inefable, dispensadora de amor y alegría
Ceres personifica la Inteligencia divina y el principio intelectual del hombre, que éste debe alcanzar para obtener su perfección.
Tomado de E. Schure
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