Por Frater.
En la antigua tradición griega se alude al país de los hiperbóreos como isla situada tras la tierra celta, en el remoto Atlántico Norte; Allí habría nacido el atlante Abaris, padre de Apolo, quien -según cita Diódoro- emigró a la isla de Delos para crear una estirpe de iniciados que no conocerían la muerte.
En Delos Abaris, conoció a Leto, y engendraron a Apolo -dios de la luz- quien transporta diariamente el Carro del Sol por el cielo, y quien durante el tiempo de los eclipses se oculta en la isla natal de su padre, y al regresar a Delos recordaba a los hombres que si miraban de frente jamás serían rehenes de la muerte.
Nietzsche, reconociendo los perfiles apolíneos del hombre conmina “Mirémonos de frente: somos hiperbóreos” ¿pero, hemos superado ser rehenes de la muerte para mirarnos de frente? Respuestas concretas son señaladas por Jung(conecta pensamiento medieval y subconsciente colectivo), en el esoterismo. Respuestas que no alcanzará el hombre que renuncia a la aventura de vivir y se somete a la muerte anunciada.
Según la terminología occidental, al nacer la psique del hombre se escinde en dos esferas: consciente y subconsciente.
El hombre que en vida, enriquece ambas esferas, accede a un nivel de pensamiento suprapersonal, y desde este a determinadas formas de renacimiento espiritual.
Los cátaros, reprochaban a sus perseguidores cristianos el poseer un pensamiento unidimensional que les incapacitaba comprender la rica personalidad de los buenos hombres que poseían un alma cuádruple, no unitaria, ni dual. Un alma que les permitía, a voluntad, proyectarse espiritualmente fuera de su propio cuerpo en vida, y reencarnarse tras la muerte cuantas veces fueran necesarias para la perfección.
Entre las visiones del mundo desarrolladas por las diversas corrientes del pensamiento, el cristianismo concibe el tiempo como lineal, mientras para el pensamiento helénico era circular o cíclico, y el tiempo, la duración cósmica era repetición, eterno retorno.
Concepto cíclico del tiempo, que asimila no obstante la tradición cristiana con laParusía o segunda venida de Jesús, anunciadora del Fin del Mundo. Lo que se ha entendido siempre como destrucción de nuestro planeta, cuando -siguiendo fielmente el pensamiento de Jesús- sólo podemos entenderla como aparición de un hombre nuevo.
Pasar de la unicidad a la cuaternidad, en un primer paso, implica renunciar al yo tal como lo concebimos, y especialmente cambiar nuestras estructuras mentales condicionadas por el legado de nuestra cultura. Darnos cuenta que de la realidad que nos llega del exterior vía nuestros sentidos, solo captamos lo superficial. La facultad de ver lo invisible nos proporciona la Sophia, de la que gozara el hombre Edénico antes que Dios anulando su androginia primera lo desgajara en dos. Lo terrible fue perder la Sophia, nuestras hoy ocultas capacidades cognoscitivas
El hombre posee en el centro ajna, chakra localización del espíritu a la vez que órgano de percepción; aprendiendo a desarrollarlo podemos acceder al conocimiento de estadios superiores del ser. El ajna-chakra, se corresponde con nuestra glándula pineal: centro que tenemos atrofiado y que, en individuos que poseen mínima actividad glandular. Pretendamos abrir ese ojo cerrado, eseOjo del conocimiento, esa esmeralda, y posibilitar comunicar nuestra individualidad con lo situado tras los límites humanos: lo universal o divino. Para abrirlo se requiere determinadas condiciones previas, tales como asumir la androginia primordial del hombre. Una vez abierto el Ojo del Conocimiento o Tercer Ojo podemos sentir la naturaleza y penetrar en la abstracción del universo. Si Sophia es el pensamiento caído del Padre, debemos reintegrarla a la unicidad de la que no debió separarse.
Cuando Jesús hablaba a sus seguidores de recuperar su esencia inmortal, les invitaba a la otra orilla. Les decía “Está anocheciendo. Pasemos a la otraorilla”. Se trata de la orilla del conocimiento, otra dimensión de la mente, zona situada entre nuestra consciencia y nuestro inconsciente, nuestra “mente crepuscular”.
Pasar a la otra orilla implica, cierta renuncia a nuestra estricta mente racional y asumir la mente crepuscular, o parcelas inexploradas de nuestra mente. Situarse en ella implica desarrollar nuevas parcelas de raciocinio, comenzando por pensar con órganos distintos del cerebro, según el axioma de la fisiología, la función crea el órgano.
En psicología, todo proceso mental establecido a través del yo es un trabajo consciente. No podemos seguir esa vía, tampoco la opuesta.
Hemos de introducirnos mediante un correcto procedimiento, en la mente crepuscular, entre las luces de la razón y las tinieblas del inconsciente.
Tomado del Querido R. Hervás.
Publicado en http://laramadorada.wordpress.com/2010/06/04/%E2%80%9Cmiremonos-de-frente-somos-hiperboreos%E2%80%9D/
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